jueves, 25 de septiembre de 2008




"Vetereno", creada e interpretada por Frank Delgado, el trovador cubano.




"Si el Che viviera", interpretada por Frank Delgado.



"La isla puta", de Frank Delgado.




Todos, ¿quièn no? tenemos una canción Kitsch, escondida en nuestro ropero. Hoy sin recato muestro la mía: "Poquita Fe", interpretada por la cantante mexicana, Ana Gabriel. Mejor sería escuchársela a algún grupo de cantantes tradicionales cubanos, pero esos discos los extravié o dejé perdidos en La Habana y ya difìcilmente los pueda recuperar.

Surfear en lo turbio



Obra La orilla, del artista argentino, Adolfo Nigro.


"Eres y serás lo que recuerdas, /
lo que una vez llegaste a imaginar”,
de Reinaldo García Ramos, en La quietud).


Pisar el rellano, el descansillo de la vida
imaginando un pedazo de ventana que no muestra
perspectiva alguna,
sólo una pequeña sombra descolorida, un alarido
que viene desde adentro, desde las lacias tripas
intolerantes al crecimiento atípico e impávido de sus células
a la patología que carcome y necrosa/
al tumor que lo engulle todo.
Descender abruptamente el escalón, caer, levantarse
con las manos enrojecidas (adoloridas por el batacazo)
con la boca pastosa, acompañando esa luz menstrual,
casi uterina
que el semen no alcanza a conmover y fundir/ a procrear
Degustar una cena recalentada e insabora
detrás, de una voz radial, en off (que sube y baja a fondo de)
como en los peores guiones/ que rompe la rutina
intentando acariciar por dentro el cuenco del tímpano
y sólo consigue un lamento oscuro, un pozo ciego
sin olor a mar, una caja negra intelectualmente vacía
donde la rutina vaga disonante hasta el escondrijo
comatoso de la axila indiferente al desodorante matinal.
Surfear hasta donde llegue el impulso y caer como un amasijo
caliente que entumezca la lengua, que te atragante y paralice
como un eructo repentino
en medio de una conversación formal, que aparece
semejante a cierta desazón muda,
que te saca las ganas vespertinas de orinar y te eclipsa
hasta los ojos.
Sólo entonces es que te traigo de vueltas, al comienzo/
sin rellanos ni descansillos
sin ventanales ni cenas disonantes, evadiendo formalidades
que pulvericen esa ligadura/ sin altares con festejos afros.
Y te retengo en el silencio, te exprimo completamente/
hasta lo inadmisible intentando resucitar viejos tiempos,
pero son sólo eso: vanos intentos de resucitación forzosa,
traqueotomías
de puertas abiertas que buscan aires portuarios y salitre
en una ciudad temerosa/ contraria al mar.
¿No sé qué hacer cuando todo se detiene y confundo los olores
y sonidos? Entonces las ganas intentan evaporarse tibiamente/
me paralizo/ dejo de surfear en lo revuelto y siento músicas “naùsicas”,
que me quitan las fuerzas de seguir encima de la tabla por temor a
caer en las fauces de los tiburones.
¿No sé si darte de comer como a las avecillas raras, inventarte
un mar sin corrientes traicioneras o echarte lejos
de mi almohada hosca
hasta que recuerdes?

domingo, 14 de septiembre de 2008

Inacción en el establo vacío






"Tiempo de río", del artista argentino Adolfo Nigro







“(...) esperando cada día, cada noche, esa otra luz
que no vigila la persecución de algún objeto”.
Reina María Rodríguez, en Violet Island

Me engullo la codicia y el ruido del agua que dejaron mis padres sobre la mesa/ me trago hasta la última palabra que no dijeron/ aquel error de cálculo cuando mi madre ovulaba sin guantes blancos/ ademanes y explosiones de un quinqué que encendió a destiempo./ Lo masticó todo/ hasta el polvo de mis muertos y el alquitrán en mis narices./ Ya no tengo tiempo para tanto drama aburrido/ para tanta aparición inmóvil que me ronda/ Todo se cuece y se hace pensamiento/ náusea que no cesa/ rebuznar de campana justo a la hora suicida/ sexto piso con balcón indiferente./ Vuelvo a la esquina a buscar nuevos brotes y sólo encuentro un sexo improbable/ agujero de establo vacío/ migas que alguien esparció cuando la liviandad se volvía tedio./ Estoy desnudo frente a la cruz, cae la piedra y se comienza a cerrar el nudo sobre mi cuello. /Amanece en la región antigua y todo huele a toalla húmeda/ a pupila seca/ a oxígeno sucio en un retablo que nunca ha llegado a parecerme ajeno./ Los párpados legañosos intentan limpiar mis suciedades/ comen de mi alimento con impúdicos gestos de hambre insatisfecho/ me corroen por dentro las asperezas/ rinden culto a un cuerpo que cambió y acumuló adiposidades para siempre./ El tiempo es fusilado sin juicios sumarísimos/ es el arte de una legalidad que clava su aguijón entre las carnes de los vivos./ Lo improbable vuelve a ser ecuación segura/ anhelo de paraíso cercenado por la vida./ Mientras tanto, yo sigo allí, en la mesa abandonado a la inacción/ al desdén de la pesada puerta/ simulando tanta delicia que atraviesa mis entrañas/ alimentándome de las migas
dejadas por los otros.

jcr.