viernes, 25 de abril de 2008

Rostros con barcos






Obra del artista cubano Silvio Gaytón.




"(...)dando saltos pensando que de ese modo
esquivaría las charcas/
cansado ya de ver las mismas fotos (...)"

El saltamontes, de Juan Carlos Flores.



Estoy sentado aquí entre dos rostros con barcos que

no quieren mojarse en esta escasa noche que huele

a paisaje de campo, a chamusca desde la proa.

La belleza duerme agotada por una mancha en el cristal

del baño y quedó detenida el día anterior entre resfríos y dormitorios

con olor a destino errado, sueños irrealizables y almohadas húmedas.

Me cruzo contigo sin advertirte,

una emboscada desborda la alcantarilla de cenizas

y ya poco queda del patio de juego de la infancia

donde dos muchachos advenedizos corrían a bajarse los pantalones

y a deshacer clemencias entre caricias manchadas de rubor colegial

y cierto sòlo de saxo escondido entre la hierba con hedor de semen.

Bajo mis ropas quedaron aquellas exhalaciones que nunca pude quitar

arrojadas como ingratos destinos de codorniz envuelta en remolino de río.

Desde niño lo supe por la docilidad de esas sábanas

y aquel sombrero de paja tapándome la frente para que no viera demasiado.

Invocar no sería tan dramático si tan sólo pudiera volver a empezar

aunque más no fuera bajo otra tormenta brutal que joda el alma.

Y tu sigues pronunciando la palabra mística como si fuera un crucifijo

imprescindible para salvarnos.

Imperfectamente la nada




Obra del pintor cubano, Silvio Gayton











“(…) el ojo lascivo/
socavando la pesada mugre del tiempo/
enamorando”.

El David, de Francisco Morán.


Ni siquiera fantasear que existe algún deseo/
una metáfora perdida en cierta esquina opaca.
Ni siquiera imaginar que haya arrojado su cuerpo
en el camino, despojado sus ropas, saciado su sed/
con el vino ácido de un cántaro roto,
donde atan sus tristezas los bienaventurados de este mundo,
los peregrinos.
Yo conocí a cierto señor con embarcaciones de poco lastre/
las bendecía con los reflejos proveniente de algún faro fantasma
en la medianía ignota de una isla con mala prensa/
las lanzaba al mar con la furia de Odiseo,
sin pensar en algún puerto seguro
sólo en un derrotero ilusorio fuera de sus costas,
en una escapada a tiempo.
Somos imperfectamente la nada/
esa luz irreflexiva que lo cobija todo
sin pensar en los animales cabizbajos que van al matadero.
Somos imperfectamente la vigilia/
las escaramuzas y equívocos de algún pescador
que se pierde en la inmensidad que lo eterniza.
Somos la nada imperfecta/
un grano de arroz tendido al pie de un plato de lentejas rancia
que nadie come/
peces claros que saltan dentro de la tarralla y el morral
para terminar sin cabeza, puestos en orden de prioridad
en alguna sartén con poco aceite.
Somos imperfectamente el deseo
el impasible ocio que atraviesa la ventana
para dar luz a un velador estéril,
donde alguien lee este tonto poema
imaginando marineros y putas que invitan a beber
sin aliento en ciertas tabernas con puerto oscuro de fondo.
Siempre el instante imperfecto del encuentro/
eternizará el incurable hedor a tregua en alguna cama al amanecer.

27 junio de 2005.
Buenos Aires, día húmedo si los hay.