jueves, 17 de julio de 2008





Gema Corredera y Pavel Urquiza, "La lengua".

Complejo de culpas




Obra del artista cubano, Roberto Fabelo.



La gente está perdiendo razones
se esconde en las almohadas y los rincones
de las maletas,
pues juega a no aparecer hasta
el Día de los Fieles Difuntos.
La gente ya no canta como antes el Ave María,
ni sale a la calle a mirar el sol sin espejuelos,
la retina se ha convertido en un artículo
de primerísima necesidad,
en este planeta ya sin petróleo ni mariposas.
Desde que se inventaron los asteroides
ya no amamos las 24 horas
hasta el amor empalaga y enferma el estómago
con peligro de muerte.
Todo hace suponer que para las próximas Navidades,
dejaremos los remordimientos pegados a los almanaques;
saldremos a la calle en el segundo tren, que en esa ocasión
llegará en tiempo,
a imaginar paraísos y viejos amigos,
los mejores antídotos contra las cicatrices.
Sé que no bastan oraciones para arreglar el jardín de esta casa
la hierba y el cieno salpicaron los tejados
un buen día en que el Diablo realizaba su caridad pública
comenzaba el juego de lo imprevisible.
La gente está perdiendo razones y se inventa naufragios
y batallas,
para saberse vivos, que es una forma de estar en paz
con los suicidas,
y no caer en la trampa de quienes esconden almohadas y maletas
a riesgo de morir de una enfermedad que ahora llaman
complejo de culpas.

Juan Carlos Rivera Quintana,
ya sin culpas por la salida de emergencia/ a tiempo

Filosofía.



Obra de la artista cubana, Zaida del Río.




"Es hora de descubrirnos; pienso, de encontrarnos
desnudos y puros, como si regresáramos del Viaje"
Poemas de "El retorno de Ulises", de Eduardo López Morales.



Adónde vamos sin contradicciones antagónicas ni lucha de clases

bajo aguas torrenciales que enlodan los caminos.

Quiero amordazarme la boca para gritar porqué he vivido/

entre mis manos anidan bandadas

de codornices que se rompieron las alas por tanto Viaje.

Voy aniquilando tempestades con tanta náusea,

desgranando infértiles semillas de maíz /

enterrando sinsabores con cierta mística que me sirve de coartada.

Recién abandonados en la otra orilla

seguimos enterrando nuestros demonios

escondiendo los huesos esparcidos por las guerras de los otros

como temblor podrido sobre nuestras camas.

¿Quién recuerda bajo qué árbol roncaba Dios cuando

otros arañaban los altares y tocaban a las puertas

pidiendo limosnas para el ayuno del Siguiente Día?

Adónde caminamos sin destino cierto

con la razón tímida de un naufragio en altamar,

si equivocamos el camino que ya no conduce al ángel

que pretendimos ser.

Adónde vamos cuando la casa se enmohece y sólo

queda la carcoma para acariciar la pared generosa

y cierta garganta adolorida para pedir perdones y decapitar

rutinas arrancadas por la voces de los que nunca se pronunciaron.

Trato de escribir en la oscuridad un nombre con sabor a derrotero

pero se me escapa hacia el precipicio del frío pensamiento

que alguien llamó filosofía.

¿Adónde iremos cuando los hijos crezcan

y ya no recuerden nuestros nombres?

¿Adónde estaremos cuando se agoten las contradicciones de clases

y peregrinar sea sólo un concepto censurado en los libros de texto?

¿Hacía dónde vamos? ¿De dónde venimos con tanta pólvora escondida?