jueves, 11 de diciembre de 2008

Carlos Tessarolo: “Uno se pinta a sí mismo”



Obra "Autorretrato", del artista argentino, Carlos Tessarolo.



Confesiones de un reconocido artista argentino que dibuja la parte primitiva, salvaje, auténtica del ser humano y ello le sirve de exorcismos contra los sinsabores de la cotidianidad.

Por: Lic. Juan Carlos Rivera Quintana

Un viejo proverbio español dice: “en casa del herrero, cuchillo de palo”. Esta máxima popular se hace añicos en el caso del artista plástico argentino, Carlos Tessarolo (Buenos Aires, 1949). Su padre, una figura determinante en su formación, fue el reconocido pintor veneciano, Héctor Tessarolo (1910-2004), radicado en Argentina, en 1927, donde trabajó con artistas de la talla de Miguel Diomede, Antonio Chiavetti y Mariano Pérsico, entre otros. Ello explica que Carlos creciera rodeado de temperas y pinceles, en los talleres de los más famosos artistas plásticos de toda una época; también que fuera modelo de pintores, como Antonio Berni, Policastro y más adelante hasta posara para Pérez Celis.

En el atelier de su padre y en el ambiente de la bohemia cultural argentina, Carlos emprendió su formación pictórica. Posteriormente, trabajó junto al excelente pintor, Enrique Policastro (1898-1971), considerado el “más americano de nuestros creadores” y completó su preparación en el taller de Demetrio Urruchúa (1902-1978), uno de los grandes maestros del realismo argentino. Ahora, conversamos con Carlos Tessarolo, en la intimidad de su taller, ubicado en Flores, donde prepara una muestra de 40 pinturas para la reconocida Galería “Habitante”, de Panamá, que serán exhibidas en septiembre, del próximo año.

- ¿Qué importancia tiene el inconsciente en tu obra, donde hay una mirada dentro del interior del ser, sobre todo en esta última etapa. ¿Por qué te interesa ese rincòn humano?

“Realmente, la historia del arte es buscarse y encontrarse uno mismo, siempre se lo digo a mis alumnos. En la medida en que uno se mete cada vez más dentro de uno, hace una especie de buceo dentro del ser interior se va encontrando cada vez más a sí mismo. Porque no solamente la cuestión en el caso mío es poder pintar bien, algo tan subjetivo y abstracto, a veces, sino también es poder tener un estilo propio, en el cual el observador cuando encuentre una obra tuya diga: “esa es de Tessarolo”. Y eso hace a más del 50 por ciento de la obra. No sólo pintar bien hace al artista o sea lo formal, el uso de los colores, los ángulos, la composición, el oficio; al pintor lo hace un montón de otras cosas que tienen que ver con lo que dice, con la parte filosófica de su propuesta artística, con sus temas, con el manejo social de su obra, con su personalidad. Todo eso conforma una obra y no sólo pintar bien, que se logra con tiempo, con experiencia, con oficio. Lo que no se consigue es el talento, el don de ser un artista, pienso que con eso se nace”.

-¿Tu piensas que el artista precisa de una cuota de talento y que esta es innata, se trae ya y sólo hay que educarla y perfilarla?

“Si yo creo que sí, el artista trabaja pero tiene siempre consigo una cuota de talento, en cuanto a su trayectoria. El pintor con esfuerzo, disciplina, constancia puede llegar a hacer un buen trabajo. Yo pongo a un alumno a pintar uno o dos años y le educo la mirada, le enseño reglas de composición, de color, le muestro cómo ligar colores, dar sombras y llega a pintar bien. Ahora de ahí a que llegue a ser un artista verdadero es otra cosa. Para ello se precisa tener un código personal destacado, un manejo propio del lenguaje, de algunos recursos que es lo que hace que un artista plástico sea diferente a otro, que tenga un estilo, una paleta personal, que sea original, incluso en el tratamiento de los mismos temas”.

-Tus trabajos se caracterizan por la explosión del color, por una paleta que parece más caribeña que sudamericana, hay incluso una preocupación por temas más universales, centrados en relaciones humanas, afectos y la comunicación interpersonal. ¿Qué reflexión tienes sobre el asunto?

“Es así, he ido abriendo puertas al exterior a mi obra, el estar exponiendo en la Galería ‘Italarte’, en Roma, en la actualidad, y ahora con las nuevas propuestas en Costa Rica y Panamá, donde tengo una marchad interesada en mis trabajos, me ha hecho trabajar mucho y esforzarme en la búsqueda de tonos y colores más brillantes y vibrantes. El cambio es muy visible. Si ves esta obra con esta cara enseguida piensas que su autor es un artista más centroamericano. Si mis obras anteriores eran un poco más oscuras y hasta más dramáticas, ahora se coló la luz y todo lo inundó.
“En cuanto a los temas y el trabajo con el inconsciente, a mí me interesa mucho del individuo su parte primitiva, ancestral, su costado salvaje, que considero es la parte más auténtica y sincera, más original. Yo respeto todo el costado educativo e intelectual del individuo, pero me interesa su lado más autóctono, verdadero, donde no simula, sino se muestra tal cual es, donde es espontáneo y más fresco”.

-En tus últimos trabajos, por ejemplo, en la muestra realizada en el Museo Quinquela Martín, en La Boca, a principios del 2008, se aprecia un quehacer que más bien parece un ejercicio de exorcismo, de sacarse los demonios del cuerpo. Tus personajes parecen extraídos de una galería de demonios, de bestias, son cuadros muy impactantes visualmente, incluso hasta por las expresiones de tus personajes. ¿Qué pasa cuando estás sentado delante de un lienzo en blanco?

“El otro día estaba conversando con un crítico de arte, en Bariloche, y él me decía que hay muy pocos artistas argentinos que pueden conjugar el dibujo y la pintura como yo lo hago, yo amo el dibujo también. Casi por regla, el pintor no trabaja el dibujo y el dibujante no incursiona en el óleo, pues se siente incómodo en ese formato, le falta oficio, arsenal. Yo me siento a gusto con el dibujo y también con la pintura; una cosa no molesta a la otra. Paso de un dibujo a una pintura con soltura, utilizo, incluso, códigos de uno y otro lenguaje, los mezclo. Lo que pasa también que yo pinto como dibujo y dibujo como pinto, no separo los dos oficios. Por otra parte, uno se dibuja a sí mismo, se pinta a sí mismo. Por eso a mi me cuesta tanto aceptar la palabra creación en el arte, creo que el arte es una interpretación de las cosas. Somos intérpretes de toda una realidad que nos rodea; cuando Picasso toma una manzana y hace una deconstrucción de ella, en realidad lo que está haciendo, de manera abstracta o geométrica, es interpretándola”.

-Y el humor, el jolgorio en tus obras, ¿cómo se refleja?

“Soy ese personaje sarcástico y alegre, yo hablo de mí en realidad. Cuando el artista trabaja con honestidad, cuando no miente, lo único que está haciendo es contando cosas de sí mismo. Por ello soy ese: el onírico, el dramático, pero también el que se ríe de sí mismo, es mi forma de ser. Voy por la vida sin preparar nada, sin construir una falsa imagen, sin dobleces, soy espontáneo, tal cual me comporto, ando desprevenido para no perder la necesaria capacidad de asombro”.
-Cuando se habla de tu quehacer, los críticos suelen apuntar que estás siempre fuera de los circuitos de moda, fuera de las tendencias ¿Te lo propones de esa manera?
“Tomo la pintura tal cual como voy por la vida. Pero, aparte, los ismos, las escuelas y las modas me aburren. Llegan momentos en el trabajo, etapas en las que siento agotado los recursos y que no tengo más que decir y paso a otras búsquedas para no aburrirme. Cuando logro algo que empiezo a repetir y siento que estoy cómodo, es que ha llegado la hora de cambiar, pues esa etapa está agotada porque todo ya me sale con facilidad y pierdo el interés de la conquista, del misterio ante el lienzo. El cuadro me tiene que proponer una batalla, una pelea. Actualmente, estoy intentando cambiar y salir a otros rumbos, estoy peleando mucho, soy como un gladiador escorpiano, no paro hasta no conseguir lo que busco, me enojo, tiro el pincel, destruyo mucho y vuelvo a construir. De ese construir y destruir va saliendo la imagen nueva.

-La figura paterna ha sido muy dominante en tu formación, a pesar de que trabajaste con artistas como Policastro y Urruchúa. Me interesa saber cuánto, a nivel plástico, te dio tu padre y cuánto te quitó también.

“Las relaciones de los hijos varones con los padres suelen ser muy difíciles. En lo personal la mía fue dura, mi padre era italiano, veneciano por demás, conocido por su trabajo plástico, entonces la lucha por salir a buscar mi propio espacio fue complicada. Picasso dice metafóricamente en su autobiografía que en un momento de la vida hay que matar al padre para poder crecer, más que su padre también era un pintor reconocido. Para colmo yo tuve un padre muy anarquista, muy libre, pero muy dominante, un personaje muy fuerte que llegó sólo a la Argentina, con 14 años y tuvo que luchar mucho para abrirse caminos. Ese personaje que se hizo con una historia tan dura fue el padre que me tocó: un gustador de la ópera, un artista excelente, un bohemio pero con un temperamento fuertísimo.

“Lo primero que hice, cuando empecé a querer dedicarme a la pintura, en momentos en que muchos de sus amigos me decían que me pusiera otro apellido, fue luchar fuertemente para que mi nombre y mi apellido se abrieran un espacio con una imagen muy propia, en nada parecida a la de mi progenitor. Yo podía haber pintado con los elementos, las herramientas y mañas profesionales de mi padre, pero decidí buscar mi propio rumbo. Cuando mi papá me decía: “Carlitos tenés que buscar los espacios cálidos y no tan plenos, elaborar más la pintura”, yo hacía totalmente lo contrario, era más anarquista que él. Eso logró liberarme y darme un lenguaje propio, mi imagen, y sin cambiarme el apellido.

“Los sábados eran festivos, en la casa de mis padres; vivíamos en Flores, mi mamá se la pasaba cocinando y allí se juntaban pintores, cantantes líricos porque a mi padre le gustaba mucho esa música, como veneciano al fin, los poetas y los músicos. Yo estaba en ese mundo y mi padre me daba libertad para transitar por el taller y hacer lo que quería. Y él no me obligó a elegir el camino, lo hice yo mismo y amo entrañablemente la pintura. Si no le ponés pasión a esto sos uno más. Mi otro maestro, Urruchúa me dijo: “en la vida se puede volar de dos maneras: como una gallina o un águila”. Entonces hay que intentar volar como un águila, porque las gallinas tienen vuelo corto, con menos proyección. Después, uno en la vida logra lo que puede, pero la intención tiene que ser volar como las águilas”.

Carlos expone:

*Desde su primera muestra, a los 11 años, en 1960, lleva realizadas más de 150 exposiciones colectivas e individuales en Argentina (Galería de Santi, Animarte, Palais de Glace, Pegasus, Expotrastienda); Bélgica (Museo de Arte Moderno, Argentijnse Kunst van, Salas Nacionales Palais de Glace, Proarte FIAL ’94 y ATAB Art Galery); en Dakkar (Artistas Argentinos por el Mundo); Estados Unidos; Canadá; España, Italia (Galería Italarte); Costa Rica y Panamá (Galería Habitante), entre otras naciones.