viernes, 27 de mayo de 2011

La ironía: Pimienta de la vida




Obra del artista cubano Pedro Pablo Oliva.


¿Envoltura socializada de la agresividad o artificio defensivo contra los sinsabores de la vida?

Por: Juan Carlos Rivera Quintana.

Cuenta la leyenda que aún con la posibilidad de ver arder su cuerpo en la hoguera y las miradas despreciativas de los inquisidores clavadas sobre sus ojos, el célebre astrónomo y físico italiano Galileo Galilei fue conminado a abjurar, solemnemente, de su credo científico, en 1761. Al concluir la retractación lanzó al mundo su famosa frase:
--Eppour si muove. (Y sin embargo, se mueve), refiriéndose a la Tierra. Aceptaba públicamente lo dispuesto por los mecanismos de fuerza de la Santa Inquisición que intentaban sepultar sus teorías condenándole por hereje y, no obstante, con toda la ironía del universo, comunicaba su no aceptación y la certeza sobre su hipótesis acerca del movimiento de la Tierra sobre su eje, experimentos a los que dedicó gran parte de su vida.
La frase, devenida símbolo por excelencia de lo irónico, ha trascendido, también, como estandarte de lucha contra las incomprensiones y los juicios preconcebidos. Pero, ¿qué es en realidad la ironía? ¿Desde cuándo nació y cuál es su origen? ¿Es realmente una suerte de ejercicio de la palabra únicamente usado por los intelectuales? ¿Son los argentinos tan irónicos como los españoles, los ingleses o franceses? Todas estas interrogantes, o quizás no todas, quedarán respondidas en esta nota.

Un don de la inteligencia.

Según la Novísima Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Española, en su edición de 1972,la ironía es una burla fina y disimulada; una figura retórica consistente en dar a entender lo contrario de lo que se dice.
Así por ejemplo, empleamos la ironía a diario en muchísimas situaciones. Como método para relajar una conversación tensa, en el trato con una persona de nuestra confianza, con el propósito de buscar mayor contundencia para nuestras opiniones. En estos casos la ironía se convierte en un vehículo expresivo del discurso.
--Llevas una corbata muy hermosa, le decimos con un tono socarrón a quien luce una corbata de tonos escandalosos y de mal gusto. “Te estas quedando en los huesos”, le confesamos a una amiga que últimamente engorda a ojos vista.
Para muchos psicólogos consultados la ironía es un forma de la risa destilada con un blanco fijo; un mecanismo de ejercitación de la inteligencia de quien la utiliza y del sujeto ironizado, quien deberá decodificar el mensaje. En este sentido, algunos la definen como la envoltura socializada de la agresividad que goza del prestigio de tener una connotación intelectual favorable y al mismo tiempo preserva el derecho de interpretación.
Según palabras del Licenciado en Psicología, Gustavo Miguel Rubinowicz (grubinowicz@yahoo.com.ar), quien trabaja desde hace algún tiempo con chicos discapacitados en la ciudad de Córdoba, la ironía “es un recurso de valor inestimable para resolver conflictos interpersonales o para provocarlos. Ser irónico/a implica poder decir una cosa en un plano lingüístico y dejar en la nebulosa ‘otro sentido’ de lo ya dicho”
Rubinowicz afirma que la ironía “suele tener una contundencia sorprendente para decir aquello que uno piensa, que ‘tiene en la garganta’ y por estrictas razones culturales no puede decir directamente”.
Al ser indagado por si son los porteños más irónicos que el resto de los habitantes de la Argentina afirma que este ejercicio lúdico de la palabra y las mentes inteligentes es sólo un rasgo de carácter, y no suele pertenecer a cultura alguna ni a región alguna particularmente, “es propio de los seres humanos más refinados y cultos y suele ser utilizado para jugar, provocar y solucionar conflictos”, acota.
Se suele decir que la ironía guarda mucha relación con las sutilezas, es un compromiso intelectual con la violencia en tanto puede convertirse en agresividad verbal.
Para la psicoanalista Liliana Blanco (liliblan54@yahoo.es), integrante del Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires, no todas las personas tienen la posibilidad y la capacidad para ironizar pues este ejercicio está muy relacionado con el nivel cultural. “No todos pueden utilizar artificios metafóricos o metonímicos en su lenguaje”. Ella afirma que lo irónico forma parte de la agresividad a través de la palabra, pues casi siempre las ironías tienen intenciones de herir o agredir a alguien, es como un cachetazo sin manos; detrás hay una mofa encubierta”, dice.
La Licenciada Blanco afirma que no puede decirse que los argentinos sean irónicos por naturaleza. “Generalizar siempre lleva a inexactitudes y a estereotipos. Mucho se habla del clásico irónico y agrandado porteño, pero en el interior del país este recurso verbal también se utiliza con mayor o menor soltura”.
Aunque la literatura no atesora cuál fue la primera frase irónica dicha en el mundo se piensa que ella surgió al aparecer el lenguaje y cuando el hombre y la mujer necesitaron de otras personas para vivir y comunicarse.
Conviene advertir que en la expresión oral contamos con los gestos y el tono para subrayar el efecto irónico de lo que decimos.
La ironía es un recurso complejo, que exige que quien habla y quien escucha compartan una serie de experiencias y supuestos previos, que exista lo que los comunicólogos denominan trasfondo de escucha, prácticas compartidas para que se pueda pasar del nivel superficial de la frase al plano profundo, donde está el verdadero significado, en el metatexto.

¿Formas de comicidad?

Muchos profesionales opinan que esta guarda relación proporcional con la mediocridad. “En la medida que proliferan los mediocres que tanto daño hacen a la sociedad, sobre todo cuando tienen algún poder, las alusiones irónicas se convierten en un arma defensiva y en un aceptar y no aceptar”, me confiesa el fotógrafo y profesor, Tomás Barceló, que vive en la ciudad de Córdoba.
“La ironía es una cualidad que no todo el mundo posee, un don de la inteligencia; es como la frivolidad. Se trata de un mecanismo de defensa que tienen muchas personas frente a la intolerancia y las incomprensiones de la vida de quienes nos rodean y frente a las propias dudas interiores. Hay quienes la utilizan para ver las cosas desde otras perspectivas, no con menos seriedad, tal vez con menos protocolo”, me apunta, la escritora, Silvia Miguens (miguensilvia@yahoo.com.ar), quien por estos días promociona por el país su última novela histórica: “Cómo se atreve”, relacionada con la vida de la luchadora feminista argentina Juana Manso.
En este sentido algunos de los entrevistados dicen que la ironía guarda estrecha imbricación con las formas de la comicidad (léase el humor, los chistes, las burla, el sarcasmo). Y si bien algunos la identifican con la “ligereza”, la alegría, la juventud interior y hasta con la riqueza de vitalidad y audacia mental, otros – más severos en sus juicios - plantean que puede convertirse en perniciosa y en un mero vicio del idioma que denuncie una reafirmación del sentido de autoridad o forme parte de la subestimación por el prójimo.
El desaparecido escritor cubano, Jorge Mañach opinaba en su famoso ensayo “Indagación del choteo” que hay personas que son tan sinceras “que le repugna toda forma irónica de impugnación. Por ello prefieren la mofa franca, el choteo (la burla despiadada), la risa despampanante”.
Al indagar si dichos acertijos son beneficiosos o perjudiciales para la coexistencia social, los psicólogos se inclinan porque en exceso puede resultar nociva, sobre todo cuando no es coraza esporádica que nos colocamos contra nuestros adversarios, sino cuando la convertimos en habitual, en una actitud ante la vida.
Yo por mi parte, que nadie me quitó el habla, pienso que ella es una válvula de escape para las impaciencias y las frustraciones y como amortiguador de los encontronazos de la cotidianidad al rebajarle solemnidad a las cosas. Sin dudas, la ironía es como la pimienta de la vida. Y de sobra conocemos que este condimento es, en oportunidades, muy necesario para dar un toque diferente y más festivo a nuestro paladar.


En recuadro:

El poder de las palabras

El prestigioso filósofo francés, Michel Foucault, en su ensayo “El orden del discurso”, pronunciado durante su lección inaugural de la Cátedra de Historia de los Sistemas de Pensamiento, en el célebre Collége de France, en 1970, corrobora que la palabra como material prima fundamental del discurso es vital para la comunicación entre las personas. Él expresa que detrás del discurso hay algo del orden del deseo y del poder. Quien tiene poder es porque controla el discurso.
Aunque uno de los más influyentes pensadores del siglo XX no se refiere en dicho material al uso de la ironía, si comenta que el discurso es una forma de comunicación que tiene un poder material, positivo o negativo. Y es ahí donde la ironía juega su papel, en ese tipo de comunicación asimétrica donde quien ironiza se siente en una posición de ventaja, por encima del sujeto sometido a este juego de la palabra.
El creador del libro “Los intelectuales y el poder “plantea que en todas las sociedades la producción del discurso está controlada, seleccionada y redistribuida. No todo lo que se sabe se puede decir en todos los lugares; cuando los seres humanos hablamos “medimos” nuestras palabras por ese efecto material del discurso. El discurso circula, las palabras circulan –dice Foucault – y debido a ello nos podemos entender y comunicar.
Hay que tener en cuenta que la comunicación, como ha expresado en múltiples ocasiones la comunicóloga cordobesa, María Cristina Matta “es el espacio donde cada quien pone en juego su capacidad de construirse con otros”. Y es en ese proceso de construcción, de diálogo que encuentra su terreno fértil la ironía, como una forma de poder intelectualizado.
Para Foucault, que intenta hacer un minucioso análisis en dicho ensayo sobre la complejas relaciones entre el saber y el origen del poder, la idea de que los intelectuales son los agentes de “conciencia” del discurso pasa porque ellos tienen un rol relacionado con la elaboración del mapa y las acotaciones sobre el terreno donde se va a desarrollar la batalla de la palabra, donde la ironía constituye uno de los estiletes más usados en los encontronazos de la vida y la comunicación.

Obesidad .“En el año 2020 viviremos en un mundo de gordos”.



Obra del artista cubano Pedro Pablo Oliva.

Reflexiones del Dr. Jorge Braguinsky, experto argentino en Nutrición y Obesidad y una de las voces más autorizadas en América latina para hablar sobre el asunto.

Por: Lic. Juan Carlos Rivera Quintana
Para la Revista Ahora, la Salud


--En el año 2020 viviremos en un mundo de gordos y gordas, aunque el futuro ya llegó porque en muchos países ya se está viviendo ese momento, dice con angustia Jorge Braguinsky, Doctor en Medicina y especialista en Nutrición, y calla por unos instantes como si hubiera dicho una herejía o cometido una infidencia. Nuestro interlocutor es una de las voces más acreditadas en América latina para hablar sobre nutrición y obesidad. Por sus méritos y experiencia es director del postgrado de Nutrición de la Universidad Favaloro; director de la carrera de especialistas en Nutrición y Obesidad de esa misma institución científica y codirector de la carrera de especialistas en Nutrición de la Universidad Nacional de Tucumán. Tras la persiana semiabierta de su consultorio privado, ubicado en Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires, donde dialogamos, se filtra la bruma húmeda y espesa del comienzo invernal.

¡Adiposidades a la vista!

Nuestro interlocutor dice que la obesidad, según definición de la OMS, apunta al exceso de grasa corporal, cuya magnitud y distribución comprometen, en mayor o menor grado la salud del paciente, o sea no es simplemente el exceso de grasa corporal, sino cuánto exceso hay y cómo está distribuida y explica que no es lo mismo una distribución central abdominal que una periférica en muslos y glúteos. Apunta que la primera es de apreciable riesgo y la segunda no.

“La distribución del tejido graso - acota el experto - parece hoy bastante más importante que el simple exceso, o sea no basta estar más gordo para tener más riesgo. Una mujer puede tener mayor tejido graso en la cola y en los muslos, y no tiene mayores problemas de salud, salvo psicológico porque está molesta con su figura. En cambio, una distribución preponderante en el abdomen implica riesgos metabólicos muy probables. Sabemos que hoy en día es más riesgosa la ubicación grasa en tejidos no adiposos, como el exceso en músculos, hígado, en el corazón o en las células betas del páncreas”, explica pacientemente como si estuviera en su cátedra.

A renglón seguido, recalca que la obesidad como trastorno frecuente en la infancia implica la presencia de dicha enfermedad en la adultez y complicaciones serias de salud, como las patologías cardiovasculares, cerebrovasculares, la hipertensión y la diabetes:

“En este momento el problema de la pandemia de obesidad instalada ya es una situación terrible que está delante de nuestros ojos, pero la población, el cuerpo médico y las autoridades sanitarias no la ven, a pesar de tenerla a la vista. En ese tema el futuro ya llegó porque tenemos proyecciones de cómo y cuánto habrá de obesidad y sobrepeso en el año 2020, pero ya en la actualidad hay más de 10 países que tienen un sobrepeso superior al 90 por ciento de la población, como ocurre en muchas naciones del sudeste asiático.

“El sobrepeso no es igual a obesidad, es menor; se define el sobrepeso en la jerga técnica cuando el Índice de Masa Corporal es superior a 25 o sea IMC > 25 kg/m2. En Estados Unidos es de alrededor de 74 % el sobrepeso, en Argentina de 69 %. Norteamérica es el primer país occidental en sobrepeso y el nuestro ocupa la segunda posición, según la Revista Forbes en su lista de los cien países más gordos del mundo”, confiesa.

De tardanzas y aceptaciones

-Muchos expertos plantean que el tratamiento de la obesidad no es fácil y en la mayoría de los casos conduce a resultados desalentadores. ¿Qué reflexión hace?
“El problema es enorme, pues la epidemia tiene cuatro características: es global, abarca prácticamente a todo el mundo; es progresiva; crece de manera acelerada y es imparable, pero además al hacer una estimación de la cantidad de adultos con obesidad médica (IMC superior a 30), que es estar bien gordo y enfermo, en Argentina, en estos momentos, hay 8 millones y medio de personas con esa patología. Entonces no sólo el tratamiento es difícil, sino que aunque juntáramos a todos los sistemas de salud, cosa imposible, a menos que hubiera un seguro nacional de salud, se destrozaría ese mecanismo si tuviéramos que atender a esa gran cantidad de pacientes.

“Todo ello nos lleva a valorar la importancia de la prevención. Hay como 16 proyectos de ley acerca del tema en nuestra nación, todos bienintencionados pero retóricos. Yo sería el primero en estar de acuerdo con una ley que diga que hay que atender médicamente a todos los obesos. En nuestro país con sobrepeso habría, actualmente, 16 millones de habitantes y 8 millones y medio con obesidad médica, lo que apunta a la imposibilidad de atención por más ley que hagamos.

“Además no hay especialistas, no hay gente entrenada; tenemos en la Universidad Favaloro, bajo mi dirección, la primera carrera de especialistas en Nutrición, con orientación en Obesidad, donde estamos formando 60 expertos, pero recién empezamos. Hay muy pocos profesionales, que podríamos llamar ahora que son verdaderos expertos, aunque no tengan títulos. Los bien entrenados somos muy pocos en este país. A nosotros y a todo el mundo nos agarró tarde, porque la carrera de especialista de nuestro país es la única que hay en el mundo. En la comunidad europea hay una formación de expertos en obesidad, equivalente a lo que estamos haciendo acá, por supuesto con muchos más fondos (este año tiene un millón de euros designado), pero no tiene el nivel de rigurosidad que tenemos en Argentina, aunque tenemos cero peso asignado, salvo las cuotas de los que entran. Tampoco hay servicios hospitalarios y en las obras sociales y mutuales no aceptan la obesidad como enfermedad, ni tienen expertos trabajando en el tema. Entonces cómo vamos a enfrentar la pandemia, si empezamos por no aceptarla.

“Hay que considerar, también, que la obesidad y la diabetes son patologías concomitantes; la diabetes sigue a la obesidad como la sombra al cuerpo. Debido a la epidemia de obesidad hay también una epidemia de diabetes, pero especialmente lo que más nos preocupa en este momento, que alimentará a la pandemia dentro de 10 años, son la obesidad y la diabetes infanto-juvenil. Ahora donde el problema va a ser gravísimo en diabetes es en los países del sudeste asiático, donde llegará a cifras poblacionales de 40 ó 50 por ciento; esos son niveles impensados hace 5 años. En la Argentina tendremos como 10 ó 15 por ciento de diabéticos; algunos expertos ya califican esta patología como una enfermedad asiática, por el tipo de prevalencia que va a tener allí”.

-¿Dónde ve la solución, la salida, se habla mucho de cambiar los hábitos y estilos de vida?

“Todo eso es verso, es una formulación, un síndrome de deseo, porque cambiar el estilo de vida es transformar todo, somos nuestro estilo de vida, nacemos dentro de un estilo de vida y nos formamos dentro de él. Esa es una expresión un poco retórica, lo cual no quiere decir que no sea la solución, pero es infinitamente más compleja que la simple formulación. Tengo muchos pacientes que han bajado 30, 40 kilos porque, a nivel individual, han desplazado la comida como centro de su vida, pero estamos hablando a nivel poblacional y entonces es muy difícil cambiar hábitos y estilos de vida en ese horizonte . Además los más gordos tienen, también, las posibilidades de las cirugías (bypass o banda gástrica) que son muy buenas; a mí me gusta más la banda gástrica para obesos mórbidos, que no es gratuita, le cambia la vida al individuo, pero lo salva.

“Lo que podemos hacer con la pandemia de obesidad, a nivel mundial, no es frenarla, sino tratar de detener un poco su ritmo. Pero si fuera asesor de áreas de Gobierno, en este tema, plantearía no una ley con fines inmediatos, sino un programa multifocal a desarrollar en varios años, en los que participen las multinacionales productoras de alimentos, porque la excesiva disponibilidad de alimentos probablemente sea la fundamental causa de la epidemia de obesidad en el mundo. Ese programa debería intentar generar una cultura del movimiento y de la actividad física y difundiría permanentemente la necesidad de prestar atención a la composición de los alimentos que uno consume, hay que crear mecanismos que frenen la epidemia, que ahora es imparable. Entonces si vamos a hablar en la ley de que la obesidad es una enfermedad y todos los obesos deben ser atendidos esto se convierte en verso puro y la pandemia sigue creciendo y se descalabran todos los sistemas sanitarios. Por ello hay que hacer una política de fondo, no exitista, no inmediatista, sino que vaya al combate directo de los factores, sobre todo contra aquellos que no son genéticos y si podemos luchar”.

¿Cuánta responsabilidad tiene en el crecimiento de la obesidad, la disminución de la actividad física, debido a las comodidades de la vida contemporánea y el bombardeo publicitario de las productoras alimentarias?

“En el año 2005, la disponibilidad calórica per càpita, en los Estados Unidos, fue de 3.800 calorías diarias; algunos habrán tenido 1.500 porque eran muy pobres y otros hasta 5 mil. Estas cifras implican cierto engaño, pero el requerimiento o necesidad calórica per càpita diaria no debe superar las 2.500 calorías o sea que en abstracto cada norteamericano disponía, cada día, de más de mil calorías por encima de las necesitadas. Entonces, cómo no va a existir una epidemia de obesidad con esa disponibilidad calórica.

“El gran departamento de una multinacional no es el de producción, sino el de marketing porque éste hace comprar todo lo que se produce, lo bueno y lo malo. En el año 2004 se introdujeron en los Estados Unidos 13 mil nuevos productos alimentarios, cuando la necesidad quizás era de diez o veinte. Obviamente los departamentos de marketing de todas esas empresas trabajaron para hacernos saber la importancia que tenía consumir esos productos”, concluye.

En recuadro:

Orlistat o Xenical: un fármaco ideal

Al preguntar a nuestro experto qué opina acerca del tratamiento con el Orlistat o Xenical para pacientes obesos nos dice que “es un medicamento que por lo menos en teoría es el fármaco ideal, después la práctica en medicina es siempre más compleja. Se acerca a lo ideal porque disminuye significativamente la grasa que se absorbe de la dieta, de lo ingerido. Si sabemos que la principal causa de obesidad es la ingestión excesiva de grasa en la dieta, tener un medicamento que la disminuya es muy importante. Además está comprobado que ofrece una descenso muy importante de peso y de problemas metabólicos. Yo personalmente lo recomendaría y lo uso bastante con mis pacientes porque les permite hacer dietas no muy restrictivas de grasas a largo plazo con muy buenos resultados”, plantea.

Recuadro 2

¿Cuestión de peso?

Ramón R. (quiere conservar el anonimato) llegó a Buenos Aires, proveniente del interior del país, hace once años, con 72 kilos de peso y muchos menos años, por supuesto. El decursar de su vida sedentaria en una oficina, una alimentación desbalanceada y poco ejercicio físico en su tiempo libre detuvo su balanza, un mal día, en los 91 kilos. Para entonces ya la hipertensión comenzaba a hacerse sentir y precisó orientación especializada y prescripción médica.

En la actualidad, después de una larga dieta de casi año y medio, con sus idas y vueltas, ha conseguido bajar alrededor de once kilos de peso. Pero el gran logro fue haber podido desplazar a la comida del centro de su vida, aprender cómo alimentarse sanamente e incorporar las caminatas a su rutina habitual. “Ahora incorporé a mi dieta muchos más vegetales, camino dos veces por semana y voy al gimnasio cuando puedo. No es lo ideal pero algo es algo, aunque lo más difícil es mantener el nuevo peso”, dice satisfecho de haber bajado una talla de pantalón y camisa, de sentirse más liviano y codiciado por las chicas de su edad.

Merlina estudia Psicología en la UBA. Me mira y sus ojos negros dejan traslucir el color de la tristeza. Pesa más de treinta kilos por encima de su peso y se queja de que en las tiendas no hay ni ropas que le queden cómodas y sólo puede usar zapatillas y nunca se puede poner unos tacos altos. “Cuando se tiene mi altura (1.70) y se está obesa una no se reconcilia con los espejos y las fotografías y les escapa como a una peste”, dice. “Voy al nutricionista con regularidad, estoy medicada pero presento problemas metabólicos serios. Hasta el agua me engorda”, asegura justificándose. “Mi novio me dice, cuando me quiere levantar el ánimo, que no sabe que le han hecho mis ojos, que lo tienen ‘engualichado’. Pero yo temo de que algún día no quiera seguir mostrándose en público conmigo y ni al gimnasio quiera acompañarme, pues aunque tengo una linda cara cuando me miro para abajo y veo tanta grasa en mis muslos, caderas y cola me da mucho pesar, pero ya no sé qué hacer y hasta he pensado en la cirugía como solución más inmediata, sólo espero porque mi médico me la autorice”, apunta resignada.

Esto son sólo dos testimonios, recogidos al azar, en plena vía pública. Ambos, como suele pasar con muchos en esta condición, piden conservar su anonimato y sólo dan su nombre. Alegan que no son ejemplo de nada y que prefieran el bajo perfil. Nada, que al parecer, el programa televisivo “Cuestión de peso” y otros medios de comunicación han conseguido instalar el tema en la discusión social, pero no quitar los prejuicios y la discriminación, que alrededor de la gordura existen en nuestro país. Sin dudas, quien esté libre de culpas que tire la primera piedra.

Recuadro 3

Los veinte más gordos
Actualmente en el mundo existen 1.6 billones de personas con sobrepeso, según la OMS. La lista refleja el porcentaje de sobrepeso, en adultos mayores de 15 años, basándose en el IMC > 25 kg/m2)

Lugar / País %

1- Nauru.................................................94.5
2- Federación Estados de Micronesia....91.1
3- Islas Cook............................................90.9
4- Tonga.................................................90.8
5- Niue....................................................81.7
6- Samoa................................................80.4
7- Palau.................................................. 78.4
8- Kuwait................................................. 74.2
9- Estados Unidos....................................74.1
10- Kiribati..................................................73.6
11- Dominicana...........................................71.0
12- Barbados...............................................69.7
13- Argentina................................................69.4
14- Egipto.....................................................69.4
15- Malta.......................................................68.7
16- Greece....................................................68.5
17- Nueva Zelanda.......................................68.4
18- Unión de Emiratos Árabes.......................68.3
19- México.....................................................68.1
20- Trinidad y Tobago..................................67.9

Fuente: Revista Forbes, 02-08-2007.

Muerte con dignidad: aprender a escapar




Obra del artista cubano, Pedro Pablo Oliva.


El respeto a la libertad, a la humanidad del otro, introduce en el mundo moderno el concepto de la vida digna, pero también de la eutanasia, del morir sin sufrimientos y tranquilamente

Por Juan Carlos Rivera Quintana
de la Redacción de Ahora, la Salud



Por estos días los cinéfilos del mundo se conmueven hasta las lágrimas con el filme español “Mar adentro”, de Alejandro Amenábar, inspirado en la vida real del paralítico Ramón Sampedro, tan bien interpretado por el actor ibérico Javier Bardem.
En el filme, Ramón lleva casi 30 años postrado en una cama al cuidado de su familia. La única ventana al mundo es su habitación junto al mar. Desde el momento del accidente que lo deja tetrapléjico, su más ferviente deseo es terminar la vida dignamente, morir con dignidad. Como decía Sampedro: “cuando no puedo escapar, porque dependo de los demás para moverme, aprendo a llorar riendo”.
El filme, y el caso reciente en Florida, Estados Unidos, de Terry Schiavo, una mujer gravemente afectada cerebralmente y cuyos familiares luchan en la corte de apelaciones de esa ciudad porque su esposo pueda tener derecho a desconectarle el tubo por donde se alimenta para terminarle los sufrimientos, pues ella había expresado su deseo de no ser mantenida con vida artificialmente, ha puesto sobre el tapete nuevamente el controvertido tema de la muerte con dignidad, de la eutanasia, terreno en el que existen muchos prejuicios a nivel mundial.

Irse del mundo

La muerte con dignidad guarda relación con el derecho a que se le reconozca al ser humano la posibilidad de disponer de su propia vida en situaciones especiales, cuando la propia existencia pierde sentido y humanidad. En ese terreno del respeto a la libertad, a la humanidad del otro, es que se introduce el concepto de la eutanasia, de la vida digna.
Muchos especialistas plantean que el principal derecho que debe tener un ser humano es la vida, pero cuando esta se ve gravemente perjudicada por unas condiciones de salud lastimosas, que lleva a quien las padece a verse en situaciones de cuidados intensivos y medios extraordinarios (como el respirador artificial) debe preguntarse si se está cuidando la vida o se la prolonga innecesariamente.
En ese resquicio es donde gana terreno la instauración de la eutanasia como una lucha por el reconocimiento del derecho a la muerte con dignidad, entendiendo por muerte indigna aquella que prolonga sin piedad la vida por medios artificiales, en momentos en que la existencia se escapa lentamente, en que se sufre dolor. De ahí que muchos defensores de la eutanasia la asocien a la buena muerte, dulce y libre de sufrimientos.
A estos planteos se oponen diversas posturas religiosas que alegan que estar a favor de la eutanasia es una consecuencia de la mentalidad materialista y es una grave ofensa a Dios, que es el único encargado de dar y quitar la vida. También argumentan que la sociedad moderna insiste enfermizamente en la conveniencia, el confort y el evitar el dolor, lo que conduce a enarbolar las banderas erróneas de la muerte con dignidad.
Derivada del griego eu (bien) y thánatos (muerte), la palabra eutanasia fue empleada por primera vez en el siglo XVII y desde entonces estuvo muy asociada a los términos de la muerte y dignidad.
Lo cierto es que la dignidad, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su XXI edición, es “la calidad del digno; la gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse, una cualidad que enriquece o mantiene la propia estima y la de los demás” . El hecho de aspirar a no vernos en una situación lastimosa y que inspire compasión ante los ojos de los demás, establece una actitud frente a la vida, posición asociada al decoro, al orgullo, a la dignidad.
El morir dignamente entonces guarda relación con el no padecer dolor, con el tener a nuestro alcance los analgésicos y tranquilizantes necesarios para el desasosiego y con el suministro de medicamentos que se requieran contra las incomodidades que se puedan presentar eliminando, en lo posible, el sufrimiento del moribundo y las penas familiares. De ahí que ya muchos especialistas en el tema aboguen por el morir en la propia casa, con tranquilidad y fuera de todas las modernas terapias de soporte, propias de los hospitales.
Sobre el tema, expertos ingleses, como I. J. Higginson, en su artículo “¿Dónde los pacientes de cáncer prefieren morir?” (Revista Paliativos Médicos, septiembre, 1998) ha dicho: “la muerte en el propio domicilio, con preferencia a la que se produce en la institución hospitalaria, se asocia habitualmente a un menor riesgo de agresión médica para el moribundo y también a una mayor posibilidad de despedirse de este mundo en el mismo entorno en que se ha vivido”.

¿Curar el dolor?

Muchos psicólogos plantean que cuando la medicina ya no puede curar, puede ayudar a morir dignamente. Dentro de este tema no puede eludirse el de los cuidados paliativos que se ofrecen a los pacientes terminales, que poseen patologías incurables (como el cáncer, el VIH/Sida, las insuficiencias renales, el fracaso hepático, etc). A este quehacer se dedican, según estadísticas internacionales, 8 de cada 3 millones de médicos en el mundo. Ello ha traído consigo el nacimiento de las Clínicas del Dolor, esenciales si se trata de morir dignamente y paliar los sufrimientos terminales. El objetivo de estas instituciones, que han proliferado considerablemente en los últimos tiempos en el mundo, es el intentar aliviar, hasta donde es posible, el dolor.
Por este camino volvemos a abordar al tema de la eutanasia. Para muchos defensores de ella, legalizarla no equivale a decidir quién puede vivir y quién no. Tener derecho a ayudar a alguien a morir, según su voluntad, no implica poder asesinarlo en contra de su voluntad. El miedo al peligro de los abusos, a que la legislación evolucione de tal modo que el médico pueda matar al paciente en contra de su voluntad, es el argumento que esgrimen los que están en contra de la muerte digna que “confunden” eutanasia y asesinato como una maniobra de distracción provocada concientemente ante su propia falta de argumentos.
Actualmente, la eutanasia ya se legalizó en Holanda y esto, quizás, podría contribuir a que se legalice en el futuro en otras naciones donde pueda progresar una legislación que la reglamente.