jueves, 28 de junio de 2012

La expiación


Pintura del artista cubano Roberto Fabelo.




“Hablo de todas las horas y de todos los días

y de todas las estaciones y de todos los años”.

Héctor Viel Temperley, en: “Bajo las estrellas del invierno”.





Escruto las sombras-fantasmas que el tiempo ha tachado

Sobre el espejo oxidado y enfermo

Que descansa como culo del mundo sobre la pared de mi cuarto de baño/

Espejo traidor- espejo canalla- espejo cómplice- espejo campo minado.

Sobre el cristal brillan en ráfagas los ojos que todo lo han visto

Y que hoy quieren ser degollados sobre la hoja de afeitar,

Los miles de candiles turbios que todo lo han verificado,

hasta las poses más profanas e incómodas,

los cientos de pelos minúsculos que han caído bajo tantos pies anónimos,

las decenas de píldoras embutidas para intentar dormir…

los cientos de profilácticos expulsados por el sanitario,

acaso como todas las lágrimas vertidas en este cosmos organizado

con sabor a perdón y náuseas/

Lágrimas procaces- lágrimas de cocodrilo- lágrimas mariconas.

Qué vigilia esta de tantos años, qué agudeza y tolerancia

La de mi madre cuando me llevaba con tres años

a ver pasar el tren para que tomara – entonces –

sólo dos sorbos de leche y no muriera de inanición,

Quizás hubiese sido preferible no tragar entonces… zurcirme la boca

me habría ahorrado tanto hastío y despedida vana,

tantas excusas y extravíos/tanto espanto delante del azogue,

donde siempre poso como un alma en pena,

sangrando nuevamente por la nariz

y con la presión que se desata (muda y tramposa) para matarme.

No deseo seguir escuchando los latidos sobresaltados

de mi corazón contra la pared húmeda.

Ansío gritar una oración que arranque todos los desconsuelos de este mundo,

pero nunca aprendí a rezar en vano, ni por puta me lo enseñó nadie.

Llevo hincada sobre la espalda un par de alas que ya pesan, que disimulo

Para que no se noten, que rebano de cuajo a diario para no ser diferente

Pero que vuelven a salir -como por acto de magia - antes del alba,

Entre sudores congelados y fobia a las alturas.

Beso la paz del cristal del baño e intento que no me vuelva a engañar,

Pero otro espantajo se asoma y tomará mi mano pálida

¿Será que mi tiniebla ya no precisa de artificios?

Quedó desnuda y vuelca toda su turbiedad en la tormenta de una bañera

Por donde volverá a brotar un agua inocente y traslúcida

Que limpiará mis culpas y mojará mis alas grises

En señal de expiación y flacura de espíritu.



Buenos Aires, 28 de junio/2012


(esperando una cena que no llega nunca).

martes, 12 de junio de 2012

Una gélida gota de café


Obra plástica del pintor cubano Roberto Fabelo.


“Ahora que no hay nadie,

pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.

Se llevaron a todos, tal vez, uno por uno,

hasta el último invierno, hasta la otra orilla”.

Olga Orozco, en “Señora tomando sopa”.




La piedra-centinela desgarra el vaho blanco de la mañana posible

Se mimetiza con el frío y acaso acabará escondida, como tantas otras,

En todo lo que huela a miedo, a extravío, a invitación dentro de mi taza…

la brizna pone su dedo sobre la porteña calle Perú y copula

tras el cristal-mampara en el Starbucks Coffee,

donde varios atlantes sostienen perseverantes el centenario edificio,

Y apenas alcanzo a divisar el agua nieve que cae

entre la ranura del tiempo y las alas de una paloma

como intentando repetir aquella noche, en otro café, pero en Venecia,

cuando el goteo imperceptible del agua helada contra la vieja luminaria de luz opalina,

casi una candileja de nieve, nos hizo gritar en éxtasis…

Entonces vuelvo a pensar que sólo los amantes tardíos

pueden darse el lujo de agua nieve en la ciudad de los 354 puentes y las 118 islas.

Algún que otro recuerdo distante se asoma,

surge entre las nieblas del músculo cardiaco………enfila sus cauces

y derrama un líquido escarlata que se adhiere a la lengua.

Y es que mis ojos se siguen resistiendo a los encuentros de cafés en las grandes ciudades.

Estiro la mano para intentar coger eso que se desvanece,

como lamento helado con sabor a pócima árabe

y apenas acaricio una gota gélida que se diluye – como la vida misma –

entre el parpadeo que me despereza y el olor de la harina horneada

que viene de la cocina, donde acaban de prender todas las lumbres del mundo.

Fuera remordimientos… fuera quebrantos acumulados...fuera intemperie,

Mientras hago remolinos con mi cuchara dentro del líquido ambarino,

Lo saboreo como quien bebe un caldo de semillas amargas

que me dejan sobre la pequeña mesa para enterrar el tiempo muerto

que se ahoga en el fondo de mi infusión.

Borrón y cuenta nueva, será hoy el secreto para que todo cicatrice

y duela menos…. para que todo se pierda en el frío de afuera

que manosea el azogue y decolora el entorno que sólo yo desempaño

con dificultad como quitando una sombra que todo lo eclipsa…..hasta mi respiración seca.

Si tan sólo pudiera remendar la torcedura que dejó la expatriación,

como quien zurce un pañuelo de seda tejido por mi madre,

dulcificar su efecto, olvidar su ponzoña… perder la memoria dentro mi pocillo de café.

Aprieto los dientes como buscando calor interno y me sumerjo en la escena

que transpira cierto vaho a toda la canela azucarada del universo,

entonces no soy más que un ignoto hombre inmóvil….absorto y desterrado

que escucha curiosamente la procesión que está por pasar frente a la ventana.



                  Buenos Aires, tres grados, aguanieve. 6 de junio 2012.