viernes, 31 de julio de 2015

Recuerdo feliz






Hoy, 30 de julio, se cumple el 18 aniversario de la salida, en España, de la antología que edité y seleccioné de crónicas periodísticas que entonces se publicaban, en la contratapa de la Revista Bohemia. En su primera edición salió al mercado (Editorial Olalla), con tapa del excelente fotógrafo y cronista cubano, lamentablemente desaparecido hace algunos años, Tomás Barceló y bajo el título de: "Cuentos de La Habana Vieja" y en su segunda edición, lanzada por la Editorial del Bronce, los editores cambiaron la tapa y mantuvieron el mismo título. En dicho proyecto estaban incluidos los periodistas y escritores: Tomás Barceló; Juan Carlos Rivera Quintana; Elder Santiésteban; Pedro Juan Gutierrez e Idania Trujillo Paz. En aquel momento todos estábamos felices. Era nuestro primer libro en Europa.

miércoles, 29 de julio de 2015

Alina nuestra que estás en los cielos



 

Texto: Juan Carlos Rivera Quintana

 

Era la típica cubana, morocha, con una sonrisa hermosa de oreja a oreja y uno dientes blanquísimos parejos. En la vida real - no en el cine o el teatro o la televisión, cuando estaba interpretando algún personaje - se reía con desparpajo, como si quisiera alegrarte la vida. Alina Rodríguez tuvo una vida de muchos sacrificios para poder estudiar actuación. Fue una madre joven que se vio compelida a mantener económicamente  a su hijito y todo el esfuerzo para estudiar lo hizo gracias a su madre, que la ayudaba con la atención del pequeño.

 

Alina es (era) directa, hablaba sin tapujos, con una voz casi gutural y cierta aspereza de timbre, era gritona y jodedora - como toda cubana que se precie - y no admitía las injusticias ni la deshonestidad ni los chanchullos, quizás por eso muchos decían que era difícil, porque no entraba en tranzas ni en componendas de "quítate tu para ponerme yo".

 

Pensaba que a todo se llegaba con esfuerzo y sacrificio, no era para nada ventajera. Sus papeles en cine, televisión y teatro los consiguió en buena lid, en casting y luchando duro porque confiaran en ella, a pesar de su versatilidad, de su talento nato para la actuación. Raquel Revuelta fue una de las primeras que vio esa madera y potencial en ella y le ofreció un papel en el teatro y a partir de ahí comenzó su carrera actoral en serio y se le comenzó a tener en cuenta todo el tiempo, porque era la típica mujer cubana, la morocha hermosa y casi común, la ciudadana de a pie. En ella no había pose alguna, cuando no le gustaba algo que decías o algún comportamiento te miraba como si quisiera fulminarte y eso bastaba para que te lo dijera todo…. así era todo el tiempo

 

Entre sus roles más recordados en cine, porque era nuestra cara, la cubanidad del cine nacional… el emblema del cine cubano - con tan sólo nueve películas, pues irrumpió en la gran pantalla con “Otra Mujer” (1986), de Daniel Díaz Torres - estuvo la maestra, la Carmela, su última aparición en la gran pantalla, con el filme: “Conducta”,  en el año 2013, del director Ernesto Daranas. Allí fue la favorita del público cubano de adentro y afuera, por el tono de su personaje, por su confianza, porque nos seguía diciendo que todo no estaba perdido, que aún habían cosas rescatables, que había que pelear, que seguir confiando en los adolescentes y que era preciso dar la batalla, luchar contra las trabas burocráticas y los dogmas educativos de la isla, que tanto daño le han hecho a la formación y el aprendizaje. Con ese personaje recibió el premio de Mejor Actriz en el Havana Filme Festival New York, del año 2014. En 1991, había merecido igual galardón, en el Festival Latino, de New York.

 

Una vez le escuché decir, en una entrevista, que sus roles de Justa, en la telenovela “Tierra Brava” y su papel de Maria Antonia, en la cinta del mismo nombre, del año 1990, fueron los que más satisfacciones le dieron en su vida. Incluso muchos cubanos, a pesar del paso del tiempo, le seguían llamando Justa, en la calle, y ese era el nombre que ella le hubiera gustado tener: Justa, porque recordaba aquello de la Justicia, su don más apreciado.

 

El 28 de julio, en la madrugada, después de una lucha a brazo partido contra el cáncer se nos fue Alina, nuestra Alina, la de todos los cubanos… pero se quedó por siempre en nuestra memoria colectiva, en nuestra retina fílmica, en las oscuridades y la magia de una sala de cine en la isla o en el visionado desde nuestra computadora, de una película pirateada y subida a YouTube,  para quienes no seguimos viviendo allí y nos mantenemos al tanto de lo que acontece culturalmente.

 

Ayer, 28 de julio, sus cenizas fueron esparcidas, por familiares, amigos y admiradores, en la costa cercana al Restaurante 1830, en el Vedado, en La Habana, en un sitio al que ella acudía, frente al mar, para clarificar su pensamientos y limpiar su mente de obstáculos y oxigenar su alma. Ayer sus restos se mezclaron con el salitre de la isla que tanto amó y por la que tanto hizo desde la cultura. Ayer, todos rezamos por ella, por Alina… por la Alina nuestra que ya está en los cielos. 

martes, 28 de julio de 2015

Perú: del puente a la Alameda






Texto y fotos: Juan Carlos Rivera Quintana

Los turistas llegan a Machu Picchu - la ciudadela sagrada incaica, ubicada en el sur de Perú, en la provincia de Urubamba, y considerada una de las siete maravillas del mundo - como si fueran a una procesión religiosa, como un ritual que debiera cumplirse, al menos, una vez en la vida. Y muchos, incluso, cambian sus vestidos occidentalizados y modernos y visten ponchos tejidos de alpaca, sombreros andinos y alpargatas y hasta adoptan cierto desaliño montañés; se mimetizan para estar más a tono con el sublime y anhelado momento, con esa mística y ese marketing, que le han sabido impregnar desde el propio país sudamericano.

Por mi parte, siempre tuve entre mis planes visitarla alguna vez, pero no estaba desesperado por hacerlo… ya iba a llegar el momento. Lo cierto es que “El Santuario”, como se le conoce internacionalmente a esas 32.592 hectáreas de tierra, te desvela y excita la noche antes del ascenso y no precisamente por haber bebido demasiados té de coca para intentar sobreponerte al “soroche” (los malestares físicos), que provocan la altura del lugar con sus 2.400 metros por encima del nivel del mar; sobrecoge realmente porque es un sitio milenario intacto, construido en el siglo XV, tocado por la mano de Dios, que se perdió entre la vegetación selvática y fue descubierto tan sólo hace 104 años.

Las ruinas incaicas, yacen sobre un promontorio de rocas, con mucho verde debido al clima de selva tropical de su entorno y se destaca por la arquitectura impactante entre valles y riscos de piedras centenarias, templos de rezos y santuarios sacrificiales, graneros, palacios reales, casitas de piedras ordenadas milimétricamente, callejones zigzagueantes, torreones y terrazas de cultivos, donde se destacan – como telón de fondo -  el Huayna Picchu (Montaña joven) y el Inti Punku (Puerta del Sol), por donde ingresan los visitantes que hacen el famoso Camino Inca hasta llegar a la ciudadela. 

Dicha zona arqueológica es considerada, al mismo tiempo, una obra maestra de la arquitectura y la ingeniería. Y todas esas particularidades paisajísticas, junto a la bruma que la envuelve, en la mañana; el Sol que da justo en determinados lugares y refleja una luz casi perfecta, le impregna un toque casi mágico y misterioso convirtiéndola en uno de los destinos turísticos más codiciados del planeta, por donde transitan deslumbradamente unos 5 mil turistas diariamente. Para llegar al sitio es preciso hacer un camino serpenteante y sinuosísimo bastante peligroso en un colectivo que parte de Aguascalientes, un pueblito olvidable, sin otro atractivo que ser la puerta de entrada a la afamada ciudadela.
Desconcierta realmente que siendo una zona arqueológica no muestre ninguno de sus vestigios materiales, de sus hallazgos identitarios. 

Porque nadie dudaría que un lugar como ese fue sitio de enterramientos y pervivencia de toda una identidad cultural. Quizás por ello, en septiembre de 2007, la Universidad de Yale, en Estados Unidos, manifestó su deseo de devolver alrededor de 4.000 piezas arqueológicas, que están siendo reclamadas con todo derecho por el gobierno peruano para su exhibición en un museo itinerante y que fueron encontradas y sacadas del país por el explorador y político norteamericano Hiram Bingham, quien redescubrió el complejo urbano y extrajo, junto a un grupo de arqueólogos, muchas piezas representativas de la llamada ciudad perdida de los incas. Se dice que dicho equipo extrajo unos 46.332 objetos y muchos no han sido ni catalogados aún por los expertos, en Norteamérica. De darse dicha repatriación de piezas sustraídas sería un acto de justicia con esta obra de ingeniería milenaria, sus antiguos moradores indígenas y con todo el pueblo peruano y completaría totalmente la museografía del lugar, pues nadie, en sus cabales, dudaría que sea allí donde debieran estar las reliquias incaicas. 

Lima y “aún perfuma el recuerdo” 

Y a Lima, la capital de Perú, esa núcleo urbano, que descansa sobre la costa central peruana, a orillas del Océano Pacífico, no se puede llegar de otra manera que teniendo muy presente y hasta tarareando la afamada canción, de Chabuca Granda, titulada: “La flor de la canela”, que inmortalizara a una belleza limeña desconocida, que paseaba por dicha ciudad con encanto, contoneo y gracia femeninas. 

Y luego, después de recorrer dicha localidad, por unos días, uno termina corroborando que hay aromas de mixturas, ensueño de puentes de río y alameda, como reza la mentada canción que alude como escenario a esta ciudad, envuelta casi todo el tiempo en una neblina gris y una humedad particularísima,  cuasi ancestral, donde lo indígena y lo colonial español están muy presentes como recordando una historia, sobre todo en lo edilicio y las costumbres citadinas. 

Con casi 8 millones de habitantes, en su mayoría con rasgos muy marcados de etnias aborígenes, la metrópoli se levanta con hidalguía y hasta cierta altanería cultural para fascinar al visitante, que como yo mira y remira con ojos asombrados tanta explosión de colores y destreza en las manualidades artesanales y las rutinas cotidianas de sus moradores. Allí lo mismo se puede apreciar un mercado de artículos religiosos donde se dan la mano el sincretismo de lo español y las comunidades indígenas, hasta una pieza cerámica de talla artística, que se vende en medio de una verada ignota; que un excelente y policromado tapiz con motivos ancestrales y códigos indígenas, exhibido en una boutique de un hotel acristalado; que los tradicionales balcones de maderas preciosas, con influencias rococó, tallados casi con paciencia demiurga cual encajes de finos tejidos en medio de una concurrida plaza; que una Basílica y Convento de San Francisco, de impresionantes frisos y santos del color de la tierra, erguidos muy cerca de una fuente renacentista de bronce, que se alza en homenaje al Virrey Conde de Salvatierra, donde se lavan la cara y hacen un alto en el camino sus moradores. 

Sus calles son un bullicio y un caos de tránsito, de vendedores ambulantes, de ciudadanos comunes que van y vienen entre turistas sin casi darse cuenta de tanta invasión depredadora, de tanta falta de privacidad y espacio. Porque si algo llama la atención realmente es que Lima ha quedado chica ya para tanta gente, para tanto ir y venir cotidiano, para tanto curioso y recién llegado que pasea por la amarilla y bella Plaza Mayor o frente al Palacio, sede del gobierno peruano; o mira con ojos deslumbrados los pórticos de la Catedral de Lima, en pleno centro histórico, o las decenas de miles de precarias viviendas, que yacen y suben sobre la empinada cuesta del Cerro San Cristóbal; o ante la fachada, dorada y blanca, de la Estación de los Desamparados, que recrea el mejor estilo académico francés. 

Pero, sin dudas, uno de los momentos inolvidables será la visita al Museo Arqueológico “Larco Herrera”, enclavado en el distrito de Pueblo Libre, donde se exhiben y guardan más de 45 mil artefactos cerámicos, del Perú precolombino, verdaderos íconos del arte mundial.
La hacienda, un palacete virreinal, fundado en 1926, construido sobre una pirámide del siglo VII, exhibe con gran destreza curatorial e iluminación adecuada, sus reliquias patrimoniales, que recorren más de tres mil años de historia antigua en la mayor colección privada de arte precolombino del Perú. Allí podrán disfrutar desde los huacos eróticos, representativos de la cultura mochica; los moches de la galería de oro y plata y los utensilios cotidianos de metal, cerámica y textil de las distintas comunidades indígenas, hasta un fardo ritual, con todos sus atributos funerarios, contentivo de una niña-momia, que fue sacrificada en una ceremonia religiosa para pedir lluvia y fertilidad a la tierra. Y a la salida de la casona solariega podrá, incluso, pasear por sus hermosos jardines y hasta degustar un típico platillo de la afamada y tan de moda cocina peruana, en su café- restaurante o comprar algún souvenir en su tienda boutique. 

Para Cusco me voy…

Cusco, está enclavada en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes y al sureste del Perú y fue antiguamente la capital del Imperio Inca y una de las ciudades más majestuosas del Virreinato del Perú. Ello se nota con sólo entrar a su Plaza de Armas y admirar el esplendor de sus caserones e iglesias, de su Palacio Arzobispal y la diagramación y diseño edilicio y arquitectónico de toda la urbe. No por gusto, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1983, y es denominada por la gran cantidad de monumentos que posee como la “Roma de América”. 

Es tal la variedad de historia, modernidad y aventura que envuelve la ciudad, verdadera pieza de ingeniería incaica, que, por momentos, te abruma y hasta podría llegar a cansarte por tantas idas y vueltas. Baste tan sólo con visitar su Plaza de Armas; admirar la impresionante arquitectura de Ollantaytambo (un pueblito - a 80 kilómetros de Cusco - que fue el bastión de la resistencia inca a la colonización española) o pisar las callejuelas de Pisaq y tener la oportunidad, como me sucedió, de admirar la procesión a la Santa Patrona del poblado: la Virgen del Carmen y visitar su afamado mercado artesanal. Tampoco podría desdeñarse una visita a una de las decenas de cooperativas de alpaqueros de la zona y hasta tener la posibilidad de asistir a una explicación de cómo se hila y tiñen las lanas, que luego serán hermosos y policromos tejidos para piezas de vestir de fina terminación.   

Sin dudas, la frutilla del postre será la fortaleza ceremonial, de Saqsayhuaman, ubicado a dos kilómetros de la ciudad de Cusco y a 3.700 metros de altura sobre el nivel del mar. Dicho santuario, con sus muros megalíticos, se convirtió en la mayor obra arquitectónica inca, en su fase de mayor esplendor y desarrollo y desde esa atalaya puede observarse toda la ciudad cusqueña y hasta un Cristo de yeso blanco (parecido al Corcovado de Río de Janeiro), donado por la comunidad alemana.    

Nuestra guía explicó que la obra edilicia - también considerada la Casa del Sol, donde vivía un “Inca de sangre real”, según recogen las crónicas de Garcilaso de la Vega - que exhibe un perfecto armado fue construida con piedras de canteras, ubicadas en Muina, Huacoto y Rumicolca, a unos 20 kilómetros del lugar. Y ello nos pareció aún más impresionante, si tenemos en cuenta que no estaba descubierta aún la rueda, que facilitara los traslados de tanto material pesado (algunos bloques de hasta 350 toneladas de peso) y dicha recorrida de tanto material constructivo se hizo con maderas rodantes, cintas y precisó de muchos años y esfuerzo humano.  

Y para concluir, dos tres días de visita a Cusco (es lo recomendable), no puede obviarse el barrio de San Blas, con sus empedradas y pintorescas callejuelas y sus tiendas de artesanía, donde se dan cita los más destacados artistas cusqueños y degustar el típico ceviche, pescado cocido con limón y mucho cilantro, el sabor típico de la cocina nativa que hará las delicias de nuestro paladar, sobre todo, si viene acompañado de un pisco sour, un cóctel representativo de la peruanidad. Tampoco dejar de ir – porque sería casi herético - al Templo y Convento de Santo Domingo o Korikancha, con sus inmensos lienzos que decoran las paredes sobre la vida del fundador de la Orden Dominica, Santo Domingo de Guzmán y terminar pidiendo luz y progreso - hincado de rodillas ante el Cristo Negro, “el Taytacha de los Temblores” (alude a los sísmico de la ciudad) - que yace en su cruz, en la Catedral del Cusco, y que muchos hasta consideran un Cristo indígena, pero que, en realidad, fue utilizado por el Rey Felipe III, de España, como un ardid- fetiche para que los incas se reconocieran en esa imagen y dejaran de adorar al sol y otras antiguas deidades. Se dice que sólo de esa manera se regresa a esa ciudad inolvidable y ancestral… entonces marchamos a cumplir el rito.

Fotos del Viaje a Perú.




Macchu Picchu, la ciudadela incaica sagrada. La Catedral y el Mercado de Cusco (dos escenas típicas) y de nuevo el santuario incaico.

miércoles, 15 de julio de 2015

Cirenaica Moreira: Y la escena a fuerza de trabajar en solitario.















Texto: Juan Carlos Rivera Quintana. 


Cirenaica Moreira (La Habana, 1969) es - sin lugar a dudas - una de nuestras mejores fotógrafas cubanas. Graduada, en 1992, del Instituto Superior de Arte (ISA), ubicado en La Habana, Cuba, en la especialidad de actuación, ha sabido aprovechar todas las clases de dramaturgia y los técnicas actorales recibidas para construir una de las poéticas  más originales en el panorama de la fotografía contemporánea insular.  

Su discurso apela y construye casi un retablo teatral en cada fotograma - con la mujer como protagonista y sujeto - desde una óptica muy auto referencial, con una estética que interpela, que cuestiona desde su mirada los tradicionales roles asignados a las “mansas” mujeres, en Latinoamérica.

Por momentos, sus atmósferas oníricas, sus códigos expresionistas que abrevan mucho en la cinematografía dejan ver  una mirada “rosada” para - de una manera mordaz y hasta corrosiva - hundir el escalpelo allí donde se precisa la crítica, donde urge levantar la voz para gritar en contra de la violencia contra las mujeres; por momentos, su lenguaje se torna beligerante y habla del dolor, de la escasez material en una isla donde falta de todo, de los viejos dogmas y ritualidades que han intentado encorsetar a las féminas.
En oportunidades, sus obras penetran en “los mitos contemporáneos, en el reverso mágico  de las tareas ordinarias, en el gesto femenino que invita o rechaza, en los efectos de una realidad envolvente que marca la forma y los proyectos de las persona”, al decir acertado del artista cubano Manuel López Oliva.

Y es que en sus fotogramas, Cirenaica Moreira intenta definir lo identitario, a través de un juego donde auto-proyección y percepción se dan la mano para configurar uno de los discursos plásticos más originales - desde lo fotográfico - de estos últimos tiempos en Cuba y Latinoamérica.

Mención especial merecerían sus fotos con esa argamasa casi inocente, donde se permite, incluso, jugar con el color rosado en la composición de la escena y hasta en el vestuario de la modelo-actriz para alertar y desmitificar  acerca de los viejos estereotipos femeninos, que tanto han lastrado las posibilidades de desarrollo intelectual y creativo de muchas mujeres.

Además, su trabajo con el cuerpo desnudo y sus fragmentos y algunos símbolos (léase: espinas, alfileres, lazos, sangre menstrual, piernas mutiladas y hasta sombrillas y rosas, entre otros) intentan trastocar la percepción de lo aceptado y estereotipado para lanzar un grito de protesta contra todo lo que domestique, necrose e inmovilice en el mundo de la mujer.

De ahí que parecería casi ilógico que a Cirenaica Moreira no le guste definirse como fotógrafa, tampoco como actriz pues para ella “1a fotografía ha sido solo un medio, el soporte que he utilizado”, confiesa en una entrevista reciente. Yo más bien diría que su instrumento, una excusa para denunciar y levantar el tono de la voz conformando su escena a fuerza de trabajar en solitario y llamar la atención de los transeúntes, que hoy nos asomaremos al quehacer creativo de una alquimista de los blancos y negros, las sepias y algún que otro rosado pastel. Acá pues, una pequeña muestra – a modo de presentación - de su obra fotográfica.

René Peña o la estética del desconcierto


Texto: Juan Carlos Rivera Quintana.

 Todo empezó para el fotógrafo cubano autodidacta, René Peña (Pupi, como le conocemos sus amigos de adentro y fuera de la isla), con su interés por las obras de Munch, Van Gogh, por la estética de Mapplethorpe y su tratamiento del desnudo; por las pinturas de Dalí, y los filmes de Buñuel; por la reiteración con que observaba y deconstruía ciertos recortes de las revistas de arte, que llegaban a sus manos; por algunos desnudos cinematográficos, que miraba y remiraba; por los afiches del creador isleño 








Múñoz Bachs que le gustaba coleccionar y de los que intentaba aprehender aquella síntesis gráfica. Y así comenzó todo. Y un buen día René Peña empezó a tomarse en serio el tema de las distancias, los blancos y negros, los medios tonos y las sombras y se compró una vieja cámara y comenzó a hacerle click a su obturador y dio inicio a su proceso creativo, que ya no encuentra descanso alguno.


En una ocasión - hace unos 20 años - le pedí una foto para mi primer libro de poesías, titulado: "Alquimia de Fantasmas", que se publicaría en Buenos Aires, en 1997, y me dio con gran desprendimiento una hermosa obra, cuyo original aún conservo y tengo en un lugar protagónico en mi casa porteña. Entonces ya nos conocíamos, habíamos tomado algún que otro ron y hablado mucho de arte cubano, junto a nuestros amigos comunes. Aún le estoy agradecido de aquel gesto y de haberme prestado sus originales para montar una exposición en la "Revista Bohemia", la decana de la prensa cubana, donde yo trabajaba como periodista y quería presentar el libro de poesía de las alquimias.

Recuerdo que, en aquella ocasión, después de montar unas doce fotos de René, la directora de la publicación, me ordenó bajar dos de las obras, porque los periodistas militares de la "Revista Verde Olivo", que entonces radicaba en el piso de arriba del nuestro, se habían ofendido y consideraban pornográfico esas piezas creativas. No pude resistirme ("donde manda capitán, no manda soldado", solía decir mi madre y estábamos en Cuba). Una de esas obras (la del desnudo masculino con la balloneta, que aparece en el book), me la obligaron a bajar de la exhibición y ese año, resultó la ganadora del Primer Salón de Desnudo, convocado por la Fototeca de Cuba. Entonces, sentí una enorme felicidad... se hacía justicia artística con una pieza de valía internacional, que había sido censurada meses antes por cegueras y dogmas creativos.

Bueno, sin más dilación acá les dejo con algunas de las obras de René Peña (Cerro, 1957), graduado además de Lengua Inglesa, en el Instituto Superior Pedagógico de Lenguas Extranjeras, en la Universidad de La Habana, para que la valoren, justiprecien  y todos los que quieran admiren un quehacer creativo que mezcla los íconos religiosos, con los rostros desdibujados; el tema afrocubano y negro con la intimidad de una sala habanera; la pobreza insular con una estética queer e incluso fálica y que ubica a este creador - a no dudarlo - entre los mejores de la fotografía latinoamericana, de hoy en día.

miércoles, 1 de julio de 2015

Otra orilla


 
 
(Obra plástica del artista cubano Humberto Castro).

 

       “Nada es una palabra/ inventada por Dios

        para escupir su desprecio.

        Yo soy la palabra de Dios”.

 

                “Nada”, de Francisco Ruiz Udiel.

 

 
Este puerto no será más una nada inconfesable, una isla blanquecina, si acaso un pequeño hedor a lluvia y frío, una exhalación amarga sin cabos donde atar las olas, ni barcazas donde esconder

                           (toda la soledad crispada de este mundo).

Aquella playa no será más la huella donde quedar tendido, la semilla improbable cuando todo parezca trascender la herrumbre que mutila y                    carcome aquel encuentro.  Mis palabras no serán más la anunciación de otras constelaciones, de ciertos desentonos donde borrar la tristeza de aquella canción que hablaba de fantasmas expulsados,

                                           (frutas renegridas y abandonos),

Que ahora irrumpen mustios desde el fonógrafo de la sala.

Cierta ventana que daba al mar no será más un hueco para recostar

La Mirada cuando todo acabe y sólo quede esa tiniebla para agrandar las sombras que acompañan al peregrino dispuesto a cruzar a la otra orilla.

Porque las existencias  ya no pueden transcurrir serenamente entre

un retazo de refugio con olor a guayaba verde y una playa sin ventanas.

Cierto atardecer con fiebre y  modorra no me recordará más a la abuela, ni su sillón quedará esperando para mecer a la madre cuando se vuelvan a animar los chismes entre las vecinas en medio del patio familiar,

Del que aún siento el olor del aljibe y el soterrado silencio de las mañanas

 Cuando parecía que el mundo se paralizaba y sólo se escuchaba la campana de la iglesia a punto de reventar la torre blanca.

Intento olvidar. Intento edulcorar la espera con un vino granate. Tanteo el escurridizo aire insular que ahora me llega atávico contra el rostro, casi pétreo, con la misma dureza de antaño, simulando otra nueva frontera.

Así… como desenterrando un rostro que ya no alcanzo a recordar.

 

                   Buenos Aires, 10 enero 2011.

                       (Un final de capítulo con menos espontaneidad).  

MÍSIA y una espina clavada



Texto y foto de la Usina del Arte: Juan Carlos Rivera Quintana.


La Usina del Arte, un nuevo espacio multidisplinario de música con una acústica excelente; una gran obra de infraestructura que permitió poner en valor y recuperar el edificio histórico de la ex Compañía Italo Argentina de Electricidad, abrió una vez más sus puertas, en la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de La Boca, y estaba repleto de porteños y hasta de extranjeros y turistas portugueses que por estos días caminaban la ciudad.

Nadie quería perderse el encuentro de esta cantante con ángel y gracia para decir el fado, que tendría lugar el sábado 13 de junio. Nadie como Misia para desgranar cada letra, cada poema y explicar -por momentos de manera muy didáctica - y hasta traducir del portugués los textos de los poemas de Fernando Pessoa, José Saramago, Florbela Espanca y Agustina Bessa-Luís, grandes poetas y narradores lusitanos que iba interpretando.

Y es que esta presentación de: “Misia & sus poetas”, era un concierto con un aura especial. Mísia llegó - como siempre - vestida de negro cerrado y con esa manera tan especial y diferente de llevar el cabello negrísimo, como si fuera una mujer de otra época y comenzaron, entonces, el acordeón, el piano y las guitarras lisboetas a darle cuerpo y dramatismo al decir de esta cantante, una de las más populares fadistas de Portugal.

Fue un concierto espléndido, conformado por un repertorio tradicional, pero también rico en anécdotas, que se agradeció, a pesar de las bajas temperaturas del fin de semana pasado. Esta es la quinta visita de la cantanta portuguesa a Buenos Aires y otras provincias del interior del país, porque - como ella explicó - siente predilección por esta ciudad y su gente, por su cultura y su tango, por sus músicos y sus lugares, donde tiene amigas y amigos, donde ha atesorado momentos inolvidables para su andar trasumante por el mundo. Es en esta ciudad adonde siempre viene con la misma emoción y asombro de la primera vez.

Durante el recital, Mísia anunció que se encuentra trabajando en la grabación y producción de su primer CD homenaje a Amália Rodrigues, el emblema del fado de Portugal y una de sus cantantes preferidas. Dijo que esperó tanto para hacerlo porque Amália es tan grande y tan universal que ya no precisa de homenajes. Y hasta se dió el gusto de cantar una de sus piezas menos conocidas: titulada: "Espejo Quebrado".

Al final del encuentro, Mísia interpretó uno de sus fados preferidos, de una manera inolvidable: "Lágrimas" y terminó cantando el tango "Naranjo en Flor", de los hermanos Homero y Virgilio Expósito, una de las piezas más características del cancionero rioplatense - en español - idioma que habla perfecto y que aprendió en su casa, de Barcelona, junto a su madre y su abuela españolas.
Y la 2º edición del Festival de Fado, en Buenos Aires, organizada bajo el tema: “Los Poetas y las Palabras del Fado” contó, además, con las presentaciones, en días anteriores, de Raquel Tavares, una nueva intérprete-revelación, que forma parte de la nueva generación de fadistas lusitanas y esa guitarra que llora de Jose Manuel Neto, importantes cultores del fado portugués, y fue un verdadero suceso cultural en Buenos Aires, que esperamos se repita para la dicha de los amantes del fado y de la cultura lusitana en la gran urbe porteña .

Sin dudas, Mísia - es como una espina clavada - para bien - que llevamos muchos amantes de este género y nunca nos cansamos de escucharla y verla en vivo es todo un privilegio, un regalo para el corazón y el alma.