Obra del artista plástico australiano Paul W Ruiz.
“Después
de cada guerra alguien tiene que limpiar.
No se
van a ordenar solas las cosas, digo yo.
Alguien
debe echar los escombros a la cuneta
para
que puedan pasar los carros llenos de cadáveres”.
Wislawa
Szymborska, en: “Fin y principio”
Como un humo, una voluntad
de perpetuidad se salvan aquellas palabras,
(que escondo dentro del placard)
Rebotan como una
crisálida deshecha contra los tímpanos-sordos
Trazan una ralla
negra contra las paredes blancas del patio escarchado
Donde mi perro
tirita de frío, ladra su celo con sinfonías atonales
y los salmos
religiosos de mi tía solterona se escabullen dentro de mi cabeza.
Puta costumbre
aquella de no querer escuchar, ni en los peores insomnios/
en aquellos cuando
mi masa cerebral se derrite como la esperma de una vela/ contra la mesa de luz
de esa pequeña cárcel, con baño y bidet, donde hemos decidido - Ojo alerta - esperar
a que la contienda pase y… deje de diluviar.
El otro – que
también se llama como yo- ha empezado a desconocerme dócilmente/ Me copia cada
día al levantarme, se tapa la boca al bostezar,
no eructa, busca el
mejor dentífrico para blanquearse los dientes y se ducha religiosamente después
de hacer el amor apáticamente/.
Se afana en vestirse
con mis ropas, en conservar mi moderación
y se entrena para hablar
con el mismo acento neutro de los sin
fronteras.
Luego se ríe
escandalosamente por su ingeniosidad
y adopta
hipócritamente igual corrección política.
Cada tanto le oigo
decir como si lanzara una pedrada:
“hasta aquí llegó la
vida”, en son de advertencia y desapego.
Después como un
humo, una exhalación sueña con el peso de su culpa,
que es la mía -
ardiendo en un brasero apagado,
ahogado en un río repleto de camalotes mustios
y entonces recuerdo ese coraje de náufrago con que me parió mi madre,
junto a aquellas
bendiciones de mi abuela cuando pensaba que ya
no hablaría irremediablemente
como el resto de los chicos de mi edad.
“¿Introvertido
o mudo?, se preguntaba ella y me daba aceite de hígado de bacalao
para enjuagarme
las cuerdas vocales y sacarme alguna palabra,
pero sólo conseguía una mueca de
asco/ una aversión,
un sudor en el labio que todavía me dura
cuando debo
ingerir algún fármaco o recibo una negativa por respuesta.